Siempre
he pensado que hay una chispa. Que todos tenemos una chispa dentro de nosotros.
Es
decir, yo soy una chispa, un pequeño fuego débil que se resiste a apagarse, mis
padres son dos cometas que sintieron un chispazo, un gran deseo, se fundieron y
produjeron más electricidad. De ahí salieron algunas chispas, pero muchas se
apagaron antes de llegar a materializarse… Entonces quedé yo, una chispa
indefensa, asustada y sola, seguramente, si alguien me mirara desde el espacio
tan solo vería un diminuto puntito anaranjado.
Luego
brotó otro chispazo-pero de eso ya hablaremos luego-y el de ellos se desvaneció.
Ellos se cruzaron con la fugacidad de dos cometas, chocaron, devastaron el
cielo con violencia, quizás algún matiz de afecto, miles de chispas incendiamos
la hierba, luego volvieron a colisionar de manera atroz. Creo que tú también
eres una chispa. Quizá tus padres fueron dos cometas que al chocar cambiaron su
órbita y decidieron viajar juntos, pero el caso es que contigo también saltaron
chispas, quizá más intensas, quizá menos. Probablemente yo tuve la discreción
de no sobresalir sobre el resto de puntos diminutos y tú eres un gran punto
visto desde el espacio, quizá yo dure mucho tiempo y tú te apagues tan rápido
como la intensidad de tu brillo o al revés. Pero, no importan los “quizá”, ya
no.
Todo
lo que es, es tal y como debería ser; y no es de otro modo porque nunca lo pudo
ser.
Quizá
tú y yo somos dos chispas brillando en el mismo lugar, resistiéndonos
igualmente para sobrevivir, quizás estemos ascendiendo como cometas y estemos
buscando nuestra propia órbita y, causalmente, hayamos coincidido con
indiferencia, sin chocar, o rozándonos a duras penas. Quizá hayamos colisionado
y nos hayamos herido o, quizá hayamos colisionado y estemos viajando juntos,
todos los cometas, soltando chispas a nuestro alrededor, intentando infundir
algo de ese calor que emana de cada diminuto puntito anaranjado visto desde el
espacio.
Nely
Macorix
No hay comentarios:
Publicar un comentario