martes, 30 de diciembre de 2014

"Sensaciones"

Correr
Dibujando
Con magia
El atardecer.
Recorrer
Con tus manos
De solano
El invierno
Y el eterno
verano.

viernes, 12 de diciembre de 2014

"El pacto del silencio"

Una sonrisa, un café

Aroma puro, candor desnudo

Una mirada, un ademán

De rozar al azar



Acariciar

Sus manos

Tocar

Sus labios



Una palabra, silente

Estremecedor susurro

Un perfume, alcohol

Acunado en su pecho



Respirar

Su olor

Cobijar

Su dolor



Su mirada, tímida

Pupilas inocentes

Se clava en la mía

Titilan las luces



Admirar

Su divinidad

Amar

Su humanidad



Refugiar

Mi temor.


Nely Macorix '14










jueves, 11 de diciembre de 2014

"Llueve inocencia"





¿Por qué desperdicié mi tiempo?
¿Por qué mis palabras?

Veo mi muerte
Tras tus ojos

No significas 
Nada
Tus lágrimas no valen
Nada

Si te quedas
Voy a desaparecer

Huye
Mientras exista un instante
Huye
Mientras puedas salvarte

Veo mi muerte
Tras tus ojos
Podría ser un suicidio

Tus lágrimas
Eran mi mejor mentira

No me sigas
Podría morir 
En tus brazos

Eres tan perfecta
Que no puedo sostenerme
Si te quedas
Voy a desaparecer

---

Me veo morir
He estado aquí
demasiadas veces

Si te quedas
Tus lágrimas no valdrán
Nada

Voy a desaparecer 

Podría morir
Eres tan perfecta que
Voy a romperme


Veo mi muerte
Podría morir
Podría ser un suicidio

Voy a llevarme
Tu desbordante
Inocencia

Podría morir
Podría romperme
Podría desaparecer

Nely Macorix '14

miércoles, 10 de diciembre de 2014

"Juguetes rotos"


(Emociones de Escarcha)

(...) Sus pies descalzos dibujan el sendero que la lluvia había borrado de la tierra y me es imposible no seguirlo. ¡Que locura! No seguir el camino de la más deliciosas de las muertes cuando, hasta con los ojos cerrados y, sin pensarlo, ardería en la hoguera como la hechicera que ella es por haberme embrujado así. Cuando, aún así, al infierno gustoso descendería y encarnaría la lúgubre estadía con mis miedos para combatirlos uno a uno si tuviese la desdicha, la dicha o la certeza de que las manos de mi hechicera fueran las que aprisionasen mi garganta, las que obstruyesen mis vías respiratorias para quitarme la vida mientras me la diese posteriormente con sus labios.

Pero la lluvia... La lluvia ha vuelto.

La lluvia cae sobre el mármol de mis músculos y mis huesos, sobre mi cuerpo inerte en vida... Mis pies caminan tamborileando la tierra mojada con la yema de mis desnudos dedos, guardando silencio, acorralando en mi boca mi aliento, mientras ella me descubre el destino al que sus pasos me guían. 

- Está loco. - Sentencia en un murmullo apenas audible y asiento con la cabeza antes de que desgarre el silencio con la dulzura de su voz nuevamente. - Es una melodía, una pintura, un relato, una partitura... El amor ES un arma que puede cambiarte por el resto de tus días. Las cicatrices parecen borrarse y dejan de ser visibles para los extraños. Por eso vos aún perseguís mis pasos, os dejáis seducir, os dejáis embrujar por una fragilidad que solamente es una imagen. Mas en mi interior todo es fuego, humo, vapor... caos. De mis entrañas brotan magma ardiente y miel reservada para aquellos que logren traspasar el hielo que las cobija.

Así la percibía, como una estatua esculpida en hielo, frágil, etérea, inalcanzable; mas yo osaba sentir por ella lo que nadie se atrevía y osaba, también, desearla como ningún otro antes. Pese a todo, yo, siervo del amor, de lo que me hace sentir... 

Imposible sería mostrar tal osadía e, incluso, imposible sería liberar un ápice del fuego que devora mi cordura en su infructuoso anhelo de caldear la palidez de su alma. No me atreviera yo a susurrar al viento lo que por ella siente este siervo, no fuera que entre la elegancia de sus pasos rotos escuchara lo que mi corazón gritara.

Se detuvo. Mi corazón también. Moriría. Me sonrió. La nieve de su rostro me helaba la sangre mientras el fulgor de su sonrisa reducía mi esencia inevitablemente a una mezcla de emociones más propia de aguas turbulentas que de un cielo límpido como el de sus ojos, hechizándome. 


Nely Macorix '14

jueves, 16 de octubre de 2014

"La resurrección de la melancolía"

(La última esperanza)


Pasaron los años como gotas de lluvia suicidándose contra la ventana, contra el cristal cálido y gélido de tus mejillas. Cavaste tus pupilas pétreas en el fondo de mi alma y plantaste los huevos de tus recuerdos... Emanaron las larvas y me infectaron con esta obsesión, con esta tóxica e insana ilusión por el tiempo, por la duración, por las unidades de medida que se atisban para un momento, un instante; como un suspiro, un beso ardiente, un gemido, un mordisco, un arañazo, una exhalación, una muerte, una descomposición, una resurrección.

Pasaron los meses como hojas de otoño al colisionar contra la carretera, contra la vetusta arquitectura de tu alma, desvencijada como una "bisagra" que abría la puerta de los sueños. Clavaste el perfil de tu rostro esculpido por los dioses en mi memoria y, de un manotazo, desfiguraste toda imagen divina que introdujiste. 


Cada vez que abro los ojos aparezco en el viejo bosque, en la vieja casa, entre las viejas paredes de madera recordando nuestra vieja vida. Aparezco sola, desnuda, con el rostro bañado en lágrimas y sangrando por el pecho y la boca. Me levanto con una imagen borrosa de mí misma, de mi presente y mi pasado y con una ilusión brillante cual supernova que ejerce de futuro y, en el intento de admirarlo, me ciega...


Pasó el invierno como papeles revoloteando por la ventista entre las calles, llevándose consigo los copos de nieve que no lograban acomodarse en ninguna superficie. Me alumbró un farol, un candil en manos de un viajero, un alma errante con una mueca cínica y siniestra en la cara, mirándome como si fuera el más suculento pedazo de carne y como si sólo fuera eso: un mísero pedazo de carne.
Alza su hacha de leñador contra mí, "dejadme salir" alcanzo a pronunciar en un susurro quedo con la expresión de una niña de tres años asustada, no siento mis piernas y el alma errante que amenaza con rajar mi garganta para no poder volver a lamentarme jamás se transforma en el fruto de mi obsesión: el tiempo.

Tic.

Tac.

Tic.

Tac.

(¡Que alguien detenga este reloj!)

Tic-tac, tic-tac, tempus fugit, tic- tac, vita flumen, tic-tac, tic-tac.

(¡Para!)

En aquel momento, el tiempo se transformó nuevamente, no ya en aquel hombre cuya hacha deseaba enterrar en mi pecho para abrirme en canal si no que se transformó en una mujer, una mujer hermosa a la que ya conocía. "Si eres un ser insensible, ¿por qué todos estos interrogantes emocionales? No eres nada. No tienes ningún papel, eres una mera espectadora de mi obra maestra." Decidió golpearme y se encontró con el eco de mi pecho; lo atravesó. Sus labios permanecieron a escasos milímetros de los míos para que sintiese el éxtasis que le producía tener mi corazón, literalmente, destruyéndose bajo la yema de sus dedos... y yo, no podía llorar, ni sudar, no podía moverme ni tan siquiera caer, apenas recordar el tiempo que se escapó mas lo único que se me permitía era sangrar, sangrar...

"Amor, muere."

Nely Macorix '14

miércoles, 1 de octubre de 2014

"Entre sangre y petróleo" (Literatura Comprometida)

(Texto que tuvimos que presentar en el paseo, blog en el que colaboro)



Canarias. Año 2123

-¡Por fin hemos llegado! ¿Crees que seguirán buscándonos?
Me interrogué un momento al perder de vista a los guardias. Como era de esperar no habría nadie para responderme, pero, tal vez, hablar en voz alta era lo único que me hacía conservar la locura.
-Oh, queridos lectores, imagino que no sabréis a que me refiero… Permitidme empezar por el principio.
Canarias, el paraíso de los tóxicos. Antiguamente se decía que las islas afortunadas lo eran por sus hermosos paisajes, la benevolencia de sus climas, la amabilidad de sus gentes… Cien años después de todas estas leyendas sobre Canarias la realidad es muy distinta. Todo comenzó con unas prospecciones petrolíferas con las que el pueblo no estaba de acuerdo mientras los grandes caciques se limpiaban el culo con billetes de quinientos euros. Billetes que apenas sí han pasado por las manos de los trabajadores.
            Una vez instaladas estas máquinas de destrucción inminente el mundo cambió. Los políticos implantaron nuevas reformas educativas, adoctrinaron a niños y no tan niños para no pensar y no cuestionarse. Y amedrentaron a  jóvenes y mayores para obedecer sumisamente a los de arriba. Tal era la sumisión que si Soria, el mayor de los caciques nombrado así por aquel que vendió Canarias, decía “Bésame los pies” yo, Guirlo “cabeza de diamante” tenía que hacerlo. Tal era que además tenía que darle las gracias porque me dejara besar sus reales pies.
            Cuando llegamos a ese punto el gobierno creó unos seres que aparentemente eran iguales que nosotros, con la salvedad de que eran unos robots de mano mucho más fácil que los policías y corruptos que amenazaban a aquellos rebeldes que luchaban por su derecho a la libertad. Pero, ¿qué es la libertad? Bonita palabra. La libertad ahora es una leyenda, un fantasma, un mito. La libertad en el siglo XXII está vilmente cronometrada por las máquinas que controlan a la población. Tenemos un minuto para salir de las naves en las que trabajamos para respirar aire puro, aire puramente tóxico, negro, seco y denso. Petróleo en estado gaseoso.
Todos trabajábamos desde que aprendíamos a caminar en una fábrica de compuestos del petróleo para vendérselos a los hermosos países que nos habían condenado a esta miseria. Todos salvo mis padres, mis padres cuestionaron a uno de los robots de circuito fácil y sufrieron una paliza junto con el peor destino imaginado – o al menos el peor que nos venden -, el exilio. Mis padres fueron exiliados en unas tierras lejanas antaño conocidas como Escocia y jamás supe nada de ellos. Nosotros, los canarios que vivíamos en las petrolíferas no podíamos mantener relaciones sociales, nuestros iguales eran creados en un laboratorio biónico mientras los canarios humanos nos íbamos extinguiendo.  Esta realidad es abominable.  Pero un día me cansé, y secuestré uno de los animales que batía sus alas para deleite de Soria, Daniel “el cisne”, el único que se había avistado en Canarias en pleno movimiento migratorio y que el político mandó derribar para coleccionarlo entre fajos de billetes que se amontonaban a su alrededor. Daniel y yo nos hicimos amigos, yo le daba la poca comida que tenía y él con su pico la dividía y compartía para que ambos pudiéramos huir juntos, él con los cisnes de los que se había separado y yo con un nuevo destino por escribir.
El 25 de diciembre de 2123 me decidí a huir de Canarias, las callejuelas eran negras y la luz era apenas un cálido destello blanquecino. Añoraba los paisajes de antaño, esas tierras luminosas que me imaginaba cuando fantaseaba con el fatal destino del exilio. Los robots hacían un recuento a las doce de la noche, cada noche. Pero el recuento falló, y cuando falló la luz que apenas era un destello comenzó a brillar y emitir un alarmante sonido propio del holocausto. Daniel entró en pánico y empezó a altear y graznar mientras corríamos a la verja alambrada, intentando saltarla, pero un disparo atravesó al cisne desde la columna hasta el pequeño corazoncito y la sangre brotaba en un extraño tono de color gris que sólo contemplé un segundo antes de caer al otro lado del alambre de espinos que coronaba el muro. Corrí, corrí durante horas y cuando sentí que me quemaban los pies me metí en un denso y embravecido mar que me arrastraba mientras yo forcejeaba por llegar a la orilla.
-¡Por fin hemos llegado! ¿Crees que seguirán buscándonos?
Me interrogué un momento al perder de vista a los guardias. Como era de esperar no habría nadie para responderme, pero, tal vez, hablar en voz alta era lo único que me hacía conservar la locura. No sabía hacia dónde me había arrastrado el mar, este rincón era más luminoso que todas las islas Canarias juntas. A esta pequeña parcela de tierra no había llegado el petróleo, no como lo conocíamos nosotros, este retazo de tierra tenía vida… ¡La arboleda se alzaba majestuosa! ¡El arroyo corría totalmente cristalino! ¡Y el aire era tan puro que iba a morir asfixiado! Entonces recordé la muerte de Daniel, el exilio de mis padres, recordé cuánto había cambiado la vida desde las leyendas que se contaban de Canarias y al ver este paraíso mis ojos empezaron a cristalizarse, a recubrirse por una capa cristalina que jamás había conocido hasta la fecha. Este paisaje… ¡Esta ilusión! Era mágica, pero tarde o temprano me encontrarían y volvería a ser esclavizado. Quería ser un ser humano libre, uno que decidiera por sí mismo y la única decisión que me quedaba era la muerte. Me adentré en la espesura del bosque que se formaba a lo lejos de la orilla, me adentré en una cueva llena de oxidiana afilada y recogí un trozo. Volví a salir.
Las estrellas se arremolinaban en la oscuridad de la bóveda celeste y brillaban como si algo estuviese a punto de ocurrir. Escuchaba mil voces en mi cabeza, mil órdenes. “¡Póngase a trabajar! ¡Usted no es más que mano de obra! ¡Hasta una máquina puede hacer su trabajo! Ahora arrodíllese y béseme los pies.”
- ¡SOY LIBRE! – empecé a gritar frenético. - ¡SOY LIBRE! ¡SOY UN SER HUMANO LIBRE! – 

continuaba gritando extasiado. Sabía que esta libertad no duraría mucho así que me subí a la cumbre 


que más me acercase a las estrellas y besé la hierba fresca que era mecida por la brisa. – Soy libre. – 


murmuré y cogí la afilada oxidiana y me atravesé el pecho tantas veces como mi cuerpo lo resistió. 


Entonces, el arma cayó de mi mano y yo caí en la hierba, inerte, sangrante, consumido pero libre, por 


siempre libre.



Nely Macorix '14

"Ars longa, vita brevis"

Diosa...
Diosa...
¡Diosa!

Tus manos doradas 
desnudan mi alma 
y entre los recovecos 
más oscuros
buscan 
la más tierna caricia 
que me fue arrebatada.
Olvidase ya 
el suave mecer de 
su pelo, 
la visión de 
sus ojos vidriosos 
cuando imploraba 
auxilio 
porque se ahogaba 
en el mar 
de la vida. 

Diosa...
Diosa...
¡Diosa!

Nely Macorix

sábado, 26 de julio de 2014

"Retazos"


Que alguien me mate; que me arranque las entrañas y, de entre ellas, que incinere mi corazón y mis gónadas. No habrán más sentimientos. No habrán más deseos. 

Que proteja mi cerebro y acaricie el conocimiento, que aunque escaso, está siempre vivo. O lo incinere junto a mis gónadas y mi corazón para que en la inexistencia existan siempre apasionados e ideales, eternos e inmortales.

Que alguien destroce mi conciencia; que rasgue cada recuerdo y cada memoria, y de entre ellas, que atesore las más desdichadas.
No habrá alegría. Habrá dolor. "Pero sólo quien conoce el dolor tiene el verdadero poder."

O mejor no. 

Que la mortalidad se detenga y que mis gónadas, mi cerebro y mi corazón junto al resto de mis vísceras permanezcan intactas e inalterables, como una ilusión, como el más cálido de los recuerdos. Que mi cuerpo permanezca lleno de vida y que el único fuego que lo queme, sea la llama que musicalmente galopa bajo mi pecho. 

Que alguien me reviva; que confeccione constelaciones con mis lágrimas, - de tristeza y de alegría - con las más brillantes.
Que se ilumine el cielo y cuando mis ojos se abran, enjugados, que se iluminen.

Que nadie me mate. Que nadie me reviva. Que nadie me ame. Que nadie me odie. Que nadie me minusvalore o atesore.

Únicamente yo. 

Nely Macorix '14

martes, 17 de junio de 2014

"La luna y la estrella Venus"


(Mitos)


Hubo una vez una estrella, una muy joven, redonda, blanca y opaca como una perla que lloraba un polvo mágico que al caer sobre los humanos les hacía dichosos; tal era la dicha que la estrella fue encarcelada y los humanos al verla llorar más reían, admirando su llanto equiparable a la música celestial.

La pobre estrella no tenía familia ¡y eso que eran miles en el firmamento! Pero era tan tímida... que tampoco había logrado amistad o amor que la ayudase a mitigar su dolor.


Un día, tras tantas súplicas, la Luna - harta de las fiestas del Sol y las otras estrellas - hizo caer antes la noche y charló con la joven estrella. La estrella le habló de su soledad y la Luna lloró con la joven. Cuando ella lloró sumiendo a la humanidad en una noche incluso más oscura, los humanos lloraron y aun cayendo el polvo de la estrella sobre sus ojos no podían parar de llorar. La noche cada vez era más oscura y sólo con las antorchas podían ver delante de sí mismos. Entonces uno de los humanos que aún seguía llorando debido a la Luna decidió liberar a la estrella. Esta, agradecida, les perdonó y en compañía de la Luna volvió a la oscura bóveda y se sentó a su lado.



Por eso dicen que la estrella es el ojo derecho de la luna, pues es ahí donde yace la joven perla de la noche.


Nely Macorix '14

domingo, 15 de junio de 2014

"Intentos frustrados; "escribidores" trasnochados"



Respiramos rápidamente.
Vivimos agitadamente y 
Morimos lentamente.


Intentamos dejar una huella,

imprimir un recuerdo 
en el mundo.

Intentamos vivir eternamente, 
¿de nuestra "obra"?
Quizá dure unos años más 
que el recuerdo de nuestra muerte.

Intentamos encajar por miedo
en lugar de encajar por quererlo.


Intentamos tanto que...


Respiramos rápidamente.

Vivimos agitadamente y
Morimos lentamente.


Nely Macorix '14

"El agua de la vida"


La laguna la mece con debilidad,
apenas cuenta diez años 
en el cuerpecillo ausente 
que mecen las tranquilas aguas.

El río la mece con brío y en años 
ese bien formado cuerpo de mujer
solo cuenta con veinticinco.

En el mayor de los caudales confluyen
ríos y riachuelos y entre ellos
con cinco décadas contaba...

Fluye hacia el mar. 
Fluyó. 
Y más años no contó.

Nely Macorix '14

miércoles, 14 de mayo de 2014

“En tu honor, XIII"


XIII


Su corazón late.
La sangre corre.

¡Que la sonrisa no se borre! – gritan.
Pero, ¿quién ve en sus pupilas el inminente fin? Nadie.

Y Nadie grita también.
Que el amor no se le arrebate.
O la flor morirá de sed.

¿De qué le sirve un corazón vivo a quien en vida está muerto?

No puede llorar,
A su fin las lágrimas llegaron
El día que la asesinaron
Y no se pudo casar.

¿De qué sirve un corazón inerte a quien aún muerto vive?

Sacrifica su amor
Por el bien de alguien más
Renunciando a la oportunidad
De cumplir lo que soñó.

Y, es aquí cuando ella
Atraviesa la espesa niebla
Tornando en mil mariposas azules
Que vuelan hacia el bosque
Para dormir sobre su tumba.


Nely Macorix '14

jueves, 1 de mayo de 2014

"El Trovador Enamorado"


 El Trovador Enamorado


            Le confesé mil veces mi amor, le decía que la adoraba, que era hermosa no solo por fuera sino por dentro. No quise ser quien más amaba en esta relación… y pequé de lo contrario. Cuando ella salía de la Iglesia en compañía de su familia, yo la acechaba. Parecía el gato que acechaba a los pájaros que estaban posados en el cable desde el tejado y que, sólo por coger al pájaro, arriesgaría su vida saltando al poste eléctrico para caer fulminado por la descarga y adornar el suelo como un felpudo. Era capaz de hacerlo, capaz de hacer lo que fuera necesario por tener la dicha de compartir el mismo aire que respiraba.

           Tal era mi devoción que no podía dejar de pensar en ella… si pintaba, la pintaba a ella, balanceándose gentilmente sobre sus pies, caminando, según decía algunos, incitándome a la locura, según decía yo. Si escribía, ella era mi musa y en mi inexistente poesía se hacía inmortal. Si respiraba, respiraba por ella y no para seguir con vida pues la vida era ella y sólo ella y su indiferencia podía matarme y me mataba.

       Le rogué, mil veces, que me aceptase como esposo, que permitiese que la desposase y ella me llamaba loco y alertaba a los guardias cuando para dedicarle estas súplicas la descubría en paños menores por la ventana. Si la viérais, el pelo rojo como el fuego y ondulado, la piel blanca como la porcelana e incluso más frágil, los labios voluptuosos, sensuales y escarlatas como la sangre y esos ojos verdes, brillantes como esmeraldas, ¡esos ojos! Tan cautivadores…




       Me poseían y yo quería poseerlos. Me miraba con esos enormes ojos, ¡ni la magia de mil brujos podría hacer sombra al embrujo que esta doncella ejercía sobre mí!

      Pasaron días lloviendo por las calles de Saint Paul; era mi corazón afligido por su rechazo. Mi amada me ignoraba, celebraba mis alabanzas a lo lejos pero, cuando osaba acercarme, me huía y no conforme con eso, sonreía en los brazos de otro hombre, pero esos ojos… Esos ojos me hablaban, me susurraban con el brillo de las piedras preciosas que los admirase de cerca, muy de cerca.

        Un día me armé de valor, eran las fiestas de la corte y yo, como buen trovador, la cortejé acompañada de su marido. Ella me permitió tocar su mano cuando subía las escaleras, ayudándose de mi caballerosidad.

          Podría haber muerto, en ese momento deseaba ser el felpudo sobre el que la elegancia de sus pasos caminase. Su consorte me empujó y la besó delante de mí y ella relamió sus labios con deseo, con el pintalabios visiblemente difuminado a causa de la saliva. Yo enloquecía, algo dentro de mí me dijo que lo hiciera, que consumiera su alma entre mis manos y torturase al bárbaro que podía poseer su cuerpo.

            Me oculté tras las escaleras y, en la oscuridad me adentré en la Iglesia, quería confesar todos los pecados que mi mente me dictaba. Me arrodillé en el confesionario y expié todos mis pecados: deseé irme con mis palabras a otro mundo, alejarme de ella y sus ojos, pero… sus ojos.
           

Empezaba a creer en la existencia de algo dañino en su mirada, pero… ¿Y qué más me daba a mí morir fulminado por el brillo de esas esmeraldas o por el veneno de su mano? ¿Qué importaba si quería que el veneno de su saliva torturase a mi alma e hiciese agonizar a mi cuerpo hasta la muerte?

            Su marido se iba en el carromato y yo, ¡tonto de mí! Volví a la ventana de mi amada hechicera para cantar mi lamento por no tenerla y para alabar su gracia mágica.

         Ella se asomó a la ventana, aún vestida y me miró. Esa noche su mirada ocultaba un brillo extraño… Aún con aquel escalofrío recorriendo mi nuca escalé su mansión hasta alcanzar el balcón. La ventana estaba abierta y ella volvía a quedarse en paños menores.

        - ¿Me deseáis, trovador? - ¡Me hablaba a mí! Sólo pude asentir cuando entré en la habitación y ella elevó las manos cerrando la ventana tras de mí.

         Entonces entendí que realmente sí que estaba embrujado, que sus ojos tenían tal poder sobre mí que ella estaba sacando el cuchillo del barbero mientras yo me arrodillaba ante sus pies para besarlos. Ella se agachó y me dio un casto beso en los labios y cuanto más me besaba más hermosa se veía, más blanca la piel, menos visibles las pecas, más rojos los labios, más verdes los ojos. Su mano se alzaba discretamente con la navaja del barbero, apuesto hombre que aparecía degollado en su cama, junto al celador y a uno de los hijos del tabernero del pueblo. Estaba más cerca de mí la muerte, en sus manos…

           Mientras me besaba le tiré del pelo, separándome y me miró, utilizando todo su poder, y entonces le di un puñetazo y la sangre llegó hasta manchar sus ojos, ahora verdes como el pantano de la muerte de esa habitación. La golpeé repetidas veces hasta que murió.

            - Maldita bruja. – murmuré mientras le sacaba los ojos con las cucharillas del té para que aún muerta no pudiese utilizar su poder. Besé cada embrujo que estaba en mis manos y lo coloqué en su tocador, llorando. ¿Qué había hecho? Era mi amada, bruja o no… ¿O no? Me lavé las manos con un pañuelo, ignorando lo que ocurría a mí alrededor. La navaja del barbero flotaba a mi derecha mientras su cuerpo sin vida se levantaba, abriendo los ojos vacíos.

           - Soy tu amada, y de la muerte no puedes escapar, querido. – Susurró clavándome sus uñas en los ojos mientras me rebanaba la yugular y sus ojos se volvían hacia mí -aún sobre el tocador- para verme morir mientras la sangre fluía hacia mi pecho, doliéndome más el corazón que la propia muerte.

         Perdía la visión, sólo sentía el líquido viscoso y escarlata resbalar por mi piel, pegándose a ella mientras la mujer que amaba cogía su magia y volvía a rellenar sus cuencas vacías, vistiéndose de nuevo, colocándose las enaguas y otras diversas capas de tela que ocultaban la perfección maldita de su piel. Caí fulminado. Adiós vida, adiós magia, adiós amor.

Nely Macorix ‘14

lunes, 28 de abril de 2014

"Un viaje por amor... hacia la muerte"





(Llegada a París, Francia. Octubre de 1990.)

Un viaje; camina solitaria, recorre las oscuras callejuelas, tantea el áspero tacto de los rojizos ladrillos y evita con gracia que la punta de sus tacones se enganche en las pedregadas vías. El cielo empedrado se apaga cuando cae el sol.

          Ella sigue caminando, sola, memorizando el tacto del oscuro ladrillo, tan frío como las noches sin amantes, como las noches perdidas en su interior.

          Brotan cataratas de su alma, no alza sus alas y por sus gélidas ventanas ni el aire corre. Se descalza en medio de la calle. Sonríe falsamente, bebiendo de su tristeza todo cuando por sus espejos escapa.

          Y entonces aparece ella; de las invernales calles empedradas brotan flores primaverales, de la congoja de su alma no queda sino sombra. Le sonríe y entonces, y sólo entonces, se siente invencible.

          Sale cada noche, descalza, sin tacones, ni maquillaje, sin más adorno que su sonrisa, sus labios escarlata y su pelo cobrizo alborotado por el viento de la vida… y entiende que amor no es sólo una palabra inflada por grandes multinacionales para vender regalos a los amantes que creen que vale más una caja de bombones que un apretón de manos y cosquillas hasta ver que llora de la risa y de felicidad. Entonces se da cuenta de que ese 14 de septiembre también es especial, que ellas no se regalan bombones sino miradas y caricias interminables bajo el fuerte de las sábanas antibalas que decoran su habitación. Sólo en ese momento sabe que cualquier experiencia pasada no fue más que eso, experiencia; y entiende que esa persona, desconocida, que sin nombre se había adentrado en su vida, era amor. Puro y duro amor. Pura libertad y confianza, paciencia y bienestar, pura ternura y pasión. Puro contraste.

          Recorre las calles de su mano, balanceándose en ella como una niña inocente ajena a las balas que las persiguen.

          Los primeros copos de nieve caen muy suavemente en las calles y la vida de su amor languidecía; ya no se balanceaba más, respiraba con dificultad… “Ojalá no despierte jamás”-para ella, que velaba por la delicada salud de su amada, el amor era un sueño… El más hermoso sin duda. Cerraba los ojos, le pesaban los párpados y apenas podía respirar, pero murió en su mano. Aún sostenía la mano cálida y enferma de su fallecido amor. En realidad, de su fallecida amada, pues el amor era inmortal.

          Sin más, aquella ilusión con nombre de mujer se esfumó. Ella sostuvo su mano, aún muerta, durante días y, cuando se secó lo suficiente tras liberar todo su llanto, sonrió.
          Había sido amada y, joder, había amado. Había amado con todo su corazón, con todo su cuerpo y su alma; había amado con cada peca, cada poro de su piel, con cada vaso sanguíneo, hueso o músculo, e incluso con cada neurona, había amado de modo tal que la vida dejó de serlo.

          Aquel uno de noviembre de mil novecientos noventa volvió a calzarse los tacones, volvió a caminar con cuidado – y con miedo – por las calles empedradas. Recorrió callejuelas repletas de flores primaverales ahora igual de marchitas que el corazón de la amante que seguía con vida. Recorrió las paredes inhóspitas y desiertas de las callejuelas de París. Huyó a las montañas de “la Forêt d’Orient” acercándose al claro en el que jugaba hace apenas unos días e intentando encontrar a su difunta amada en el reflejo se abrazó a una roca escarpada y afilada, rasgándose las manos que una vez palparon el cielo, desgarrándose la garganta de la que una vez fueron impulsadas las palabras “te quiero”. Ahogándose ¡por fin! En el revuelto claro que una vez fue testigo del instante que fue toda su vida.

          Fue, en el claro francés donde se extinguió la llamada de su vida y fue en aquel lugar donde Emma hizo un viaje por amor hacia la muerte, suicidándose.



PD: Esta entrada aparece en un blog en el que trabajo conjuntamente con otros compañeros con aspiraciones artístico-vitales y he considerado buena idea respaldar dicha entrada.
Créditos ambas fotografías: Laura Makabresku ©



Nely Macorix '14