lunes, 28 de abril de 2014

"Un viaje por amor... hacia la muerte"





(Llegada a París, Francia. Octubre de 1990.)

Un viaje; camina solitaria, recorre las oscuras callejuelas, tantea el áspero tacto de los rojizos ladrillos y evita con gracia que la punta de sus tacones se enganche en las pedregadas vías. El cielo empedrado se apaga cuando cae el sol.

          Ella sigue caminando, sola, memorizando el tacto del oscuro ladrillo, tan frío como las noches sin amantes, como las noches perdidas en su interior.

          Brotan cataratas de su alma, no alza sus alas y por sus gélidas ventanas ni el aire corre. Se descalza en medio de la calle. Sonríe falsamente, bebiendo de su tristeza todo cuando por sus espejos escapa.

          Y entonces aparece ella; de las invernales calles empedradas brotan flores primaverales, de la congoja de su alma no queda sino sombra. Le sonríe y entonces, y sólo entonces, se siente invencible.

          Sale cada noche, descalza, sin tacones, ni maquillaje, sin más adorno que su sonrisa, sus labios escarlata y su pelo cobrizo alborotado por el viento de la vida… y entiende que amor no es sólo una palabra inflada por grandes multinacionales para vender regalos a los amantes que creen que vale más una caja de bombones que un apretón de manos y cosquillas hasta ver que llora de la risa y de felicidad. Entonces se da cuenta de que ese 14 de septiembre también es especial, que ellas no se regalan bombones sino miradas y caricias interminables bajo el fuerte de las sábanas antibalas que decoran su habitación. Sólo en ese momento sabe que cualquier experiencia pasada no fue más que eso, experiencia; y entiende que esa persona, desconocida, que sin nombre se había adentrado en su vida, era amor. Puro y duro amor. Pura libertad y confianza, paciencia y bienestar, pura ternura y pasión. Puro contraste.

          Recorre las calles de su mano, balanceándose en ella como una niña inocente ajena a las balas que las persiguen.

          Los primeros copos de nieve caen muy suavemente en las calles y la vida de su amor languidecía; ya no se balanceaba más, respiraba con dificultad… “Ojalá no despierte jamás”-para ella, que velaba por la delicada salud de su amada, el amor era un sueño… El más hermoso sin duda. Cerraba los ojos, le pesaban los párpados y apenas podía respirar, pero murió en su mano. Aún sostenía la mano cálida y enferma de su fallecido amor. En realidad, de su fallecida amada, pues el amor era inmortal.

          Sin más, aquella ilusión con nombre de mujer se esfumó. Ella sostuvo su mano, aún muerta, durante días y, cuando se secó lo suficiente tras liberar todo su llanto, sonrió.
          Había sido amada y, joder, había amado. Había amado con todo su corazón, con todo su cuerpo y su alma; había amado con cada peca, cada poro de su piel, con cada vaso sanguíneo, hueso o músculo, e incluso con cada neurona, había amado de modo tal que la vida dejó de serlo.

          Aquel uno de noviembre de mil novecientos noventa volvió a calzarse los tacones, volvió a caminar con cuidado – y con miedo – por las calles empedradas. Recorrió callejuelas repletas de flores primaverales ahora igual de marchitas que el corazón de la amante que seguía con vida. Recorrió las paredes inhóspitas y desiertas de las callejuelas de París. Huyó a las montañas de “la Forêt d’Orient” acercándose al claro en el que jugaba hace apenas unos días e intentando encontrar a su difunta amada en el reflejo se abrazó a una roca escarpada y afilada, rasgándose las manos que una vez palparon el cielo, desgarrándose la garganta de la que una vez fueron impulsadas las palabras “te quiero”. Ahogándose ¡por fin! En el revuelto claro que una vez fue testigo del instante que fue toda su vida.

          Fue, en el claro francés donde se extinguió la llamada de su vida y fue en aquel lugar donde Emma hizo un viaje por amor hacia la muerte, suicidándose.



PD: Esta entrada aparece en un blog en el que trabajo conjuntamente con otros compañeros con aspiraciones artístico-vitales y he considerado buena idea respaldar dicha entrada.
Créditos ambas fotografías: Laura Makabresku ©



Nely Macorix '14

jueves, 17 de abril de 2014

"La inocente femme fatale"





La noche se había tornado sombría, las ramas desnudas que se veían por la ventana parecían aún más oscuras pero me preocupaba más la palidez de su rostro que la quietud tenebrosa del exterior al que era ajeno. Su vestido de encaje desataba en mí mis más bajos instintos. Habían pasado tantos siglos que aún esperando que mi sed se apagase no hacía más que avivarse. Su piel era fría, espectral pero su mirada era tan cristalina e inocente que me doblegaba como un amo a su vasallo, su siervo, su mascota, su esclavo... 


Mis sentimientos eran un denso mar de nubes que lloraba y no sabía si abrir paso al sol o cerrarlo, tan caóticos eran que aún no sé que sentía por ella además de un deseo visceral e irracional. 

Su pelo cobrizo que competía con el sol en brillo y luz, deslucía la habitación, pero eran sus ojos los que me poseían, era su apariencia inocente la que me consumía como una llama. La suave yema de sus dedos se deslizaba por mi barbilla, sentía la calidez helada de sus manos recorrer mi rostro, acariciar mi pelo. Mi corta melena, de la que ella tiraba con sus dedos haciendo que me arrodille a sus pies. Que empezase a desatar sus pequeños botines, descalzándola. Al contrario que otros muchos hombres no necesitaba más para dejar que mi imaginación volase. Ella sonreía con candor, como si admirase lo que hacía, analizándolo inocentemente. 

Esa inocencia impropia de una mujer de su edad me excitaba, era como una divinidad, no podía escapar de su embrujo ni quería. Suspiré a sus pies, terminando de descalzarla y ella comenzó a deslizar su falda, descubriendo sus rodillas, el naciente y la longitud de sus muslos hasta deleitarme con su ropa interior. Me sentía como un niño descubriendo un mundo totalmente nuevo. 

Se quitó la falda y empezó a desabotonar los botones de su camisa rojo carmesí descubriendo la fina lencería que la salvaguardaba de su desnudez. Estaba atado de pies y manos. Besó su dedo índice y me guió con él, apoyándolo sobre mis labios para que sintiera el extinto calor de su boca helado en sus manos. 

Me senté en el sillón al que me guiaba y ahí, sin mediar palabra se acercó a mis labios, admirándome atentamente, como un cazador a su presa, desatando mi cinturón con habilidad y bajando la cremallera de mi pantalón, insertando su mano en mi ropa interior, sintiendo la gelidez de su mano atrapar la dureza y el ardor de aquello que ella sin pestañear masajeaba. No podía evitar los jadeos, la alteración de la respiración. No podía siquiera evitar mirarla a los ojos mientras ella apartaba su ropa interior para dejar caer su peso con maestría sobre mí. Jadeé incluso con mayor intensidad al sentir como cuando se movía sobre mí tiraba de mi corbata, casi ahogándome sin que tal cosa me importara. Me atreví a mover mis manos obnubilado por el deseo que ella había decidido cumplir, presioné sus muslos, abriendo aún más sus piernas contra mí, apoyándose con ambas manos en mis hombros, gimiendo en mi boca como si desease que nuestras voces se fundiesen y con ello nuestra esencia. 

Desabrochó su sujetador y mis labios volvieron a cubrir sus pechos sin soltarla, sentía como se empapaba, cómo resbalaba cada vez que nos movíamos y la levanté en peso, arrinconando su espalda contra la pared mientras me movía dentro de ella, escuchando sus gemidos que penetraban mi oído, deleitándome en su sabor y en su calor mientras ella rasgaba mis hombros con la fiereza de sus uñas, sus garras. Me rajaba el corazón y la piel a partes iguales, doblegando con su encanto de femme fatale toda mi voluntad. 
Me incitaba con su mirada inocente y retadora. Se movía más rápido y más fuerte sobre mí y en lugar de gemir era tal el placer que gritábamos los dos, extasiados, deseando devorarnos. 

Se movía tan fuerte que había apresado sus caderas y las acometidas eran aún mayores, tal grado habían alcanzado que me fui entre sus piernas mientras ella relamía el gusto escarlata de sus labios y me volvía a besar introduciendo su lengua mortal dentro de mi boca, acariciando la mía con la suya mientras seguía suspendida en mis brazos, mostrándome su aguante volviendo a moverse aún sobre mí, dejándome sin aliento hasta hacer que con una fuerza sobrehumana cayese sobre el sillón clavando mi erección aún más dentro de su cuerpo, alcanzando dimensiones desconocidas, sintiendo su humedad palpitante como un corazón. 
Su calor inundaba mi miembro mientras ella volvía a moverse hasta hacerme desfallecer, volviendo a empapar mi piel y a besarme como si me dejase una nota de despedida cuando se marchó desnuda dejando en la habitación su ropa y su perfume.


Nely Macorix '14

"Siempre nos quedará... "



- ¿Cuál es el sentido de la vida?

+ Yo diría que  escucharte hablar.

- Exageras.

+ Lo digo en serio.

*Se ríe.*

+ Bueno, escucharte hablar y verte u oírte reír y sonreír.

- Anda ya.

*Esta vez sonrío de medio lado.* Es cierto, cuando te escucho no me siento sola y... cuando te ríes o sonríes iluminas el mundo, parece más humano, me siento más pequeña y más protegida, más viva y más feliz.

- No sé que decir... No creo que sea así.

+ No tienes que decir nada. Yo tampoco lo creo... Lo sé. Sé que el sonido de tu voz es equiparable a Orfeo, quien amansaba a las fieras y conmovía hasta el alma más solitaria y más perdida, brindándole todo lo bueno que la propia vida puede ofrecer, es cierto... 
Por eso, no creo que el sentido de la vida sea escuchar el sonido de tu respiración o el de tu risa o tener el privilegio de verla. Sé que ese es el sentido de la vida porque la vida es hermosa y no hay nada tan hermoso en la vida como tú.


Nely Macorix '14

sábado, 5 de abril de 2014

"Luci(los) y la no-vida del etéreo"

(Y así, mil años después... Escucha recomendada: A Thousand Words - Final Fantasy X-2)

Estaba sentada en un banco con su actitud de “todo me importa una mierda” mirando hacia el cielo totalmente nublado y en un momento, sin saber cómo, las vigas de una obra cercana se derrumbaron sin que se diese cuenta… La música de sus auriculares estaba excesivamente alta y no podía escuchar a la multitud de peatones gritando que se apartase, que se levantase, y justo en el momento en el que cerró los ojos y dejó de ver el cielo los escombros cayeron sobre ella.

– ¿Qué coño ha pasado? – Se preguntó mentalmente, ajena a la situación.

La muchedumbre se concentraba en el banco en el que ella estaba sentada. Pero, ¿cómo era eso posible? Ella estaba viendo la multitud desde fuera del banco destrozado por el peso de los escombros. Una imagen terrorífica azotó su tranquilidad al ver frente a ella a un familiar que hacía años que no veía, primordialmente porque estaba muerto. - ¿No podías bajar el volumen? – Interrogó el difunto. – ¿Q-qué? – Balbuceó ella nuevamente. – ¿Ves por qué tenías que bajar el volumen? – Musitó el fallecido y carraspeó como si sintiese pena por la prematura muerte de la chica que yacía en el banco.

–  Un momento. - ¿Qué estaba pasando ahí? La chica se abrió paso hasta el banco donde encontró su cadáver. Abrió los ojos. Miraba atónita a la gente que pasaba por su lado, atravesándola como si fuera un… ¿fantasma? Miró a su alrededor aún con mayor temor. Su tío, cuya apariencia y vestimenta parecía  propia de los años sesenta, la miraba con hastío, con decepción, con aburrimiento y con un brillo que la muchacha no podía descifrar. De cualquier modo dejó de prestarle atención cuando llegaba la ambulancia.
Tenemos que irnos, _____. – Ordenó aquel niño de un modo quizás tétrico. - ¿Qué? ¡NO! ¡ME NIEGO! – Gritó ella cuando el niño tiraba de su brazo, eran dos sustancias peleándose entre sí. Se agarró a un hombre mucho mayor que ella, absorbiendo parte de su esencia, la fuerza de éste, y se soltó de su tío, pero el anciano cayó al suelo de un infarto aparentemente. Respiraba agitadamente, no sabía qué hacer y la mirada de su tío cada vez era más siniestra, tortuosa, demoníaca incluso. Ella, reuniendo el poco valor que tenía volvió a agarrarse a la sustancia de la muchedumbre que caía debido a la pérdida de energía y volvió a adentrarse en su cuerpo… Estaba “a salvo”.

    Días después la chica despertó. No veía con claridad donde se encontraba, abría los ojos con un dolor de cabeza insoportable – como si perforasen su cráneo con un taladrador. Lograba abrir los ojos sumamente despacio, tenía el cuerpo entumecido de no haber podido moverse en varios días.

- ¿Aquella visión…? – Se preguntó al ritmo que se incorporaba. Se levantó y observó que su movilidad parecía normal y que las piernas habían sufrido mucho menos daño del que creía, se acercó al espejo de su habitación y observó su cara. Su torso, sus pechos, su estómago, sus costillas, sus brazos… Todo estaba perfecto, maliciosamente perfecto. Se miró a los ojos y a su lado vio el rostro de su tío sonriendo desde el orejero de la esquina.

Vaya, eres más dura de lo que pareces, ¿eh? – Comentó el niño sin inocencia alguna. Escudriñándola con la mirada. –  Supongo que te preguntarás por qué no tienes ninguna herida o cicatriz. – Ella asintió con la cabeza mientras él hablaba. – Verás, niña. - río entre dientes. – Cuando mueres, tu alma, por llamarla de algún modo, muestra al ser en su máximo esplendor. Muestra al ser perfecto con una belleza inmaculada e inmortal, sin rastro de enfermedad o herida que provocase su muerte. Cuando mueres tu alma vuelve a nacer y, al adoptar el mismo cuerpo que usabas antes de morir, éste ha adoptado esa misma habilidad.

Entonces… ¿Mi cuerpo ahora ha vuelto a nacer? ¿Es… Inmortal? – Le interrumpió extrañada.

SILENCIO. – Ordenó el niño desvaneciéndose del sillón y apareciendo frente a sus ojos. – Has de respetar a tus mayores. Quizás mi hermana haya olvidado tales modales pero, yo no. Después de todo provengo de una época en la que la palabra era el único bien importante y el único capaz de conseguir cualquier otro. – Explicó con añoranza. – Volviendo al tema que nos atañe. Lo que has hecho está muy mal. No has muerto cuando debías hacerlo porque así estaba escrito, has violado la ley de la vida. No obstante, no se te castiga con la muerte de nuevo.

– ¿Se me castiga? – Preguntó alzando la ceja izquierda con incredulidad.  – SILENCIO. – Volvió a ordenar levantando aún más la voz y duplicando el tamaño de su esencia, adoptando la altura de un hombre al que deba mirarse alzando la vista al cielo. – Se te castiga por incumplir la ley de la vida y la muerte. Cuando alguien muere ha de abandonar este mundo. Tú, en lugar de abandonarlo te has aferrado a él y has “reutilizado” tu cuerpo. Curándolo y volviéndolo inmortal. Tu cuerpo jamás morirá y si tu cuerpo jamás muere tu alma tampoco lo hará. La cuestión es, ¿crees que estás preparada para sobrellevar la no-vida que te espera? ¿Para tener una familia y perderla una y otra vez? ¿Para amar a alguien y perderlo una y otra vez? – Preguntó el fantasma finalmente.

Hmm… - La chica era meditabunda. Sus ojos grises delataban su dilema. Miró el cielo a través de la ventana, el movimiento de las nubes y reprodujo las mismas sensaciones que los recuerdos que acompañaban esa visión. – No estoy preparada para morir. – Se limitó a responder.

Entonces… Que así sea. – Sentenció el chaval y se desvaneció. 

Nely Macorix '14

martes, 1 de abril de 2014

"¿Qué va a ser de mí?"




Cuéntame, tú, que has visto mundo y conocido gente si los sueños se cumplen o solo los enterramos cuando es mayor el dolor de no realizarlos que la ilusión por llevarlos a cabo.

Cuéntame, tú, que de la experiencia tierna bebes. 
¿Qué es de la vida y de sus placeres? 
¿Qué del tiempo y sus quehaceres? 
¿Qué de quien ama sin quererlo, y qué de quien no ha amado aún queriendo?

Cuéntame, por tanto, ¿qué es de ti, diosa del azar y la casualidad?
¿Qué es de ti, qué haces y deshaces a tu antojo y que ni tiempo ni lugar te importa... ?

Cuéntame, ¿qué va a ser de mí? 
¿Veré florecer o marchitarse las flores? 
¿Me inundaré con sus olores y me asombraré con sus 
formas y colores?

¿Veré, tal vez, la expresión satisfecha de quien realiza sus sueños y, con emoción, se rodea de seres queridos y amados que desde el inicio le acompañaron? 

Cuéntame, ¿qué va a ser de mí? 

¿Es mi principio... o es mi fin?

Nely Macorix '14

"Esto es un ultraje"




(Escucha recomendada para la lectura: Where the wild roses grow - Nick Cave & Kylie Minogue)


De sus labios
Brotan lirios.
De sus ojos,
Ríos.

El extranjero la toca,
 Con sus manos la mira. 
Su boca por su ropa 
Se desliza...
Y en sus entrañas 
Se clava.

Llora los daños
Que guardó en años.

La sangre resbala,
La escarlata le moja,
Las aguas la acunan.

Y, ya muerta,
De sus labios
Brotaron lirios.
Y de sus ojos,
Ríos.

Nely Macorix '14