(Y así, mil años después... Escucha recomendada: A Thousand Words - Final Fantasy X-2)
Estaba sentada en un banco con su actitud de “todo me importa una mierda”
mirando hacia el cielo totalmente nublado y en un momento, sin saber cómo, las
vigas de una obra cercana se derrumbaron sin que se diese cuenta… La música de
sus auriculares estaba excesivamente alta y no podía escuchar a la multitud de
peatones gritando que se apartase, que se levantase, y justo en el momento en
el que cerró los ojos y dejó de ver el cielo los escombros cayeron sobre ella.
– ¿Qué coño ha pasado? – Se preguntó mentalmente, ajena a la situación.
La muchedumbre se concentraba en el banco en el que ella estaba sentada.
Pero, ¿cómo era eso posible? Ella estaba viendo la multitud desde fuera del
banco destrozado por el peso de los escombros. Una imagen terrorífica azotó su
tranquilidad al ver frente a ella a un familiar que hacía años que no veía,
primordialmente porque estaba muerto. - ¿No podías bajar el volumen? – Interrogó el
difunto. – ¿Q-qué? – Balbuceó ella nuevamente. – ¿Ves por qué tenías que bajar el
volumen? – Musitó el fallecido y carraspeó como si sintiese pena por la
prematura muerte de la chica que yacía en el banco.
– Un momento. - ¿Qué estaba pasando ahí? La chica se abrió paso hasta el banco
donde encontró su cadáver. Abrió los ojos. Miraba atónita a la gente que pasaba
por su lado, atravesándola como si fuera un… ¿fantasma? Miró a su alrededor aún
con mayor temor. Su tío, cuya apariencia y vestimenta parecía propia
de los años sesenta, la miraba con hastío, con decepción, con aburrimiento y
con un brillo que la muchacha no podía descifrar. De cualquier modo dejó de
prestarle atención cuando llegaba la ambulancia.
- Tenemos que irnos, _____. – Ordenó aquel niño de un modo
quizás tétrico. - ¿Qué? ¡NO! ¡ME NIEGO! – Gritó ella
cuando el niño tiraba de su brazo, eran dos sustancias peleándose entre sí. Se
agarró a un hombre mucho mayor que ella, absorbiendo parte de su esencia, la
fuerza de éste, y se soltó de su tío, pero el anciano cayó al suelo de un infarto
aparentemente. Respiraba agitadamente, no sabía qué hacer y la mirada de su tío
cada vez era más siniestra, tortuosa, demoníaca incluso. Ella, reuniendo el
poco valor que tenía volvió a agarrarse a la sustancia de la muchedumbre que
caía debido a la pérdida de energía y volvió a adentrarse en su cuerpo… Estaba
“a salvo”.
Días después la chica despertó. No veía con
claridad donde se encontraba, abría los ojos con un dolor de cabeza
insoportable – como si perforasen su cráneo con un taladrador. Lograba abrir
los ojos sumamente despacio, tenía el cuerpo entumecido de no haber podido
moverse en varios días.
- ¿Aquella visión…? – Se preguntó al ritmo que se incorporaba. Se levantó y
observó que su movilidad parecía normal y que las piernas habían sufrido mucho
menos daño del que creía, se acercó al espejo de su habitación y observó su
cara. Su torso, sus pechos, su estómago, sus costillas, sus brazos… Todo estaba
perfecto, maliciosamente perfecto. Se miró a los ojos y a su lado vio el rostro
de su tío sonriendo desde el orejero de la esquina.
- Vaya, eres más dura de lo que pareces, ¿eh? – Comentó el niño
sin inocencia alguna. Escudriñándola con la mirada. – Supongo que te
preguntarás por qué no tienes ninguna herida o cicatriz. – Ella asintió con
la cabeza mientras él hablaba. – Verás, niña. - río entre
dientes. – Cuando mueres, tu alma, por llamarla de algún modo, muestra al ser en su
máximo esplendor. Muestra al ser perfecto con una belleza inmaculada e
inmortal, sin rastro de enfermedad o herida que provocase su muerte. Cuando
mueres tu alma vuelve a nacer y, al adoptar el mismo cuerpo que usabas antes de
morir, éste ha adoptado esa misma habilidad.
- Entonces… ¿Mi cuerpo ahora ha vuelto a nacer? ¿Es… Inmortal? – Le interrumpió
extrañada.
- SILENCIO. – Ordenó el niño desvaneciéndose del sillón y apareciendo frente a
sus ojos. – Has de respetar a tus mayores. Quizás mi hermana haya olvidado tales
modales pero, yo no. Después de todo provengo de una época en la que la palabra
era el único bien importante y el único capaz de conseguir cualquier otro. – Explicó con
añoranza. – Volviendo al tema que nos atañe. Lo que has hecho está muy mal. No has
muerto cuando debías hacerlo porque así estaba escrito, has violado la ley de
la vida. No obstante, no se te castiga con la muerte de nuevo.
– ¿Se me castiga? – Preguntó alzando la ceja izquierda con incredulidad. – SILENCIO. – Volvió a ordenar
levantando aún más la voz y duplicando el tamaño de su esencia, adoptando la
altura de un hombre al que deba mirarse alzando la vista al cielo. – Se te castiga por
incumplir la ley de la vida y la muerte. Cuando alguien muere ha de abandonar
este mundo. Tú, en lugar de abandonarlo te has aferrado a él y has
“reutilizado” tu cuerpo. Curándolo y volviéndolo inmortal. Tu cuerpo jamás
morirá y si tu cuerpo jamás muere tu alma tampoco lo hará. La cuestión es,
¿crees que estás preparada para sobrellevar la no-vida que te espera? ¿Para
tener una familia y perderla una y otra vez? ¿Para amar a alguien y perderlo
una y otra vez? – Preguntó el fantasma finalmente.
- Hmm… - La chica era meditabunda. Sus ojos grises delataban su dilema. Miró
el cielo a través de la ventana, el movimiento de las nubes y reprodujo las
mismas sensaciones que los recuerdos que acompañaban esa visión. – No estoy preparada
para morir. – Se limitó a responder.
- Entonces… Que así sea. – Sentenció el chaval y se desvaneció.
Nely Macorix '14
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