Una epístola para el alma:
Han vuelto mis voces a gritar en mis
entrañas,
En mi cabeza, maraña de
putrefacción.
Las voces que quieren…
Volver a verme los cristales en la
espalda,
Los que acuna mi pecho, esos tan
afilados,
tan largos, tan profundos que
reflejan luz y oscuridad.
Me atraviesan los costados, me cuesta
respirar…
Se han clavado en mí, en mi corazón,
en mi alma, desangrándola e
infectándola…
En esencia, mi mejor definición:
Soy una herida en la vida de quien me
cruce,
maldición que desangra e infecta,
que absorbe,
una hendidura que supura hiel y
veneno,
la enfermedad en
una bella historia
la trágica cicatriz que niegas ver
cuando sale el sol.
La eterna certeza de lo que no debo ser
y todo lo que soy.
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