domingo, 24 de abril de 2016

"La Puta Guerra"

“Existe la estúpida creencia de las personas por el cambio, no el cambio entendido como la constante que rige la vida, sino del cambio de una persona hacia algo mejor de lo que es, una excusa para autoengañarnos y permanecer bien atadas a las cadenas del motivo de nuestra infelicidad. Y es que, en cierto modo, el ser humano no comprende la felicidad sin la infelicidad, la fidelidad sin la infidelidad, la lealtad sin la traición, la alegría sin la tristeza y, es que, al igual que los colores primarios, cada emoción, pensamiento y acto tiene su complementario. Es, también, estúpida la creencia de que los seres humanos por naturaleza son buenos, así como lo es la creencia de que los seres humanos por naturaleza son malos, estos no son ni lo uno ni lo otro, únicamente son.

            Sin embargo, he de corregir una teoría que yo, estúpida e ilusa de mí, llevaba hasta los últimos términos “quien tiene el verdadero poder no es aquel con dinero, si no aquel que conoce el dolor; la persona que conoce el dolor puede elegir si hacerte sufrir o, por el contrario, evitarte el sufrimiento”, resulta que, ilusa de mí, como ya dije, no es hasta hoy cuando me doy cuenta de que esta teoría es engañosa y, aunque tiene su parte de razón, existe una tercera cláusula, mucho más cruenta respecto a la vida y a los humanos: ¡esto es una puta guerra! En una guerra jamás elegirás evitar el sufrimiento del “enemigo”, del contrario, del otro que no es el yo, de aquel que desea matarte antes de terminar sin vida ante ti. Entonces, en una maldita guerra, jamás preferirías evitarles sufrimiento al rival, lo único que desearías, como en cualquier aspecto de la vida es no morir y, a ser posible, no acabar tan herida como para no poder vivir, deseas que, si es posible, no tengas daño alguno y que si lo tienes sea lo suficientemente nimio como para acudir a tu trinchera a la menor oportunidad para lamerte como un felino viejo el tiempo necesario hasta recuperarte y, con suerte, el tiempo necesario para que pase la guerra.

            La realidad es lo contrario a nosotros y lo mismo que nosotros, sucumbimos a un espejismo de la realidad que nos obnubila con promesas baratas de amor, de cambio, de amistad, de fidelidad y no percibimos que la única persona que, quizá, podría ser leal hasta el extremo es la propia persona. Qué ironía. Pensar que íbamos a descubrir que hasta nosotros mismos podemos traicionarnos, apretar el gatillo contra la sien y decorar la pared blanca de color carmesí sin necesidad de un opuesto que nos ayude a aplicar la fuerza necesaria en nuestros dedos. Qué ironía que amemos incluso más de lo que nos amamos y, sobre todo, qué ironía es que estemos todos metidos hasta el culo en esta puta guerra, jugando a ser jueces, dioses o santos, que trivializan, banalizan y frivolizan a pura conveniencia afirmando que antes se quitarían la vida que asesinar cuando la realidad es que herirías antes de ser herida.

            Quizá veinticinco otoños eran los necesarios para desenfundar el arma después de las numerosas mutilaciones y los incesantes disparos desde todos los flancos, amigos y enemigos en los que las ráfagas de balas, una vez lanzadas, no distinguen aliado o contrincante. Quizá, sencillamente, deberíamos quemar la bandera blanca para alzar una bandera negra que anuncie que este enfrentamiento tendrá lugar hasta que quede la última persona en pie. Esto, habitantes del mundo, es la guerra y, desde hoy, voy a por vosotros. Preparad bien vuestras trincheras, aprovisionaos, coged el botiquín necesario porque me estoy abriendo fuego entre las minas de vuestras lenguas y la boquilla de mi arma está a punto de estallar rozando el vello de vuestras sienes para poder relamer la sangre que coloree mis labios.”


X. Nely Macorix

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