La puerta azul
Escuché
una caja de música, azul, intensa, como un conjunto brillante de zafiros, como
la bóveda del cielo; la débil sinfonía se debatía entre el silencio en el que
apenas era audible y entre el ruido mundanal de la ciudad, de las guaguas que
iban tan rápido que parecían a punto de estrellarse y, desconectando de la
realidad estúpida, cerré los ojos. Me acosté dejando que la brisa meciera mi
pelo, que danzara entorno a mis párpados.
Imágenes
de ti empezaron a moverse dentro de mi cabeza: las primeras palabras
intercambiadas, la primera cercanía cuando compartimos banco, la primera
conversación que duró hasta la noche más cerrada, las primeras miradas de
nuestras vergonzosas mejillas y el primer beso. El primer beso en el que ambas
sembramos la semilla de esta historia.
Los
recuerdos de los días y las noches procuran crear una historia, hablan de ti y
de mí, de lo que estamos creando, de este hermoso relato que se está
escribiendo y apenas lleva las primeras páginas. Me muero de nervios por saber qué
ocurrirá a cada página que escribamos, pero, me muero de emoción y alegría al
saber que las escribimos juntas, que los personajes no son omniscientes y no
hay nadie que nos haga spoiler mientras
vemos las nubes acercarse a la puerta azul.
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